¿Una Navidad peligrosamente adelantada?

A mediados de octubre fui a un conocido supermercado para realizar la compra semanal y vi en la misma entrada del local algo que me dejó un tanto patidifuso. Al lado de una estantería que albergaba un montón de artículos de Halloween, había otra exactamente igual, pero llena de lucecitas, guirnaldas de pino y un buen puñado de bolas, espumillones y estrellas que, bajo el eslogan de ¡Adelántate a la Navidad! solapaban el protagonismo de las calabazas y los murciélagos de la estantería vecina.

Si bien es cierto que ya a finales de verano empiezan a aparecer sutilmente algunas tabletas de turrón acompañadas por los mantecados más precoces, hasta este año los había considerado como algo anecdótico, casi inofensivo. Yo, amante de la Navidad hasta la médula, el mismo que de pequeño ponía villancicos en pleno agosto arrollado por un arrebato de nostalgia, este año estoy algo preocupado. Ya no sólo son los dulces navideños post-piscina, ni el dueño del bazar que coloca los adornos en la tienda a principios de noviembre para asegurarse las ventas. Ahora somos nosotros los que estamos perdiendo un poco el norte, y también parte del este.

Tengo una cuenta en Instagram enfocada al paganismo, nuhmen.delos por si queréis seguirme, y suelo entrar a diario a ver qué maravillosas fotos comparte la gente a la que sigo. Y si ver las calabazas junto a las lucecitas navideñas en un comercio me dejó patidifuso, ver altares de Samhain con un árbol de Navidad al fondo me dejó fuera de combate. De ahí a que hoy me encuentre escribiendo esta entrada tras rumiarla en mi cabeza durante unas semanas.

Como paganos, celebramos la Rueda del año, el ciclo anual que refleja la sucesión de las estaciones a través de una serie de celebraciones sagradas que las conmemoran. En ella encontramos ocho festividades que describen los procesos de involución, evolución y cambio que pueden apreciarse a muy distintos niveles. En la Wicca, los procesos naturales se contemplan como un ciclo continuo de crecimiento, madurez, plenitud, decadencia, muerte y renacimiento, tal y como puede observarse en la vida de cualquier ser vivo a lo largo del paso de las estaciones, lo cual se explica y celebra alegóricamente con la famosa historieta de la Diosa y el Dios. 

Si nuestras creencias están basadas en el culto a la naturaleza y la celebración de sus ciclos, ¿por qué entonces esa impulsividad y ese adelantamiento a las fechas en lugar de centrarse en vivir y honrar el presente? Me resulta complicado entender los motivos de estas personas que siguen sus respectivas sendas dentro del paganismo para tal precocidad, al igual que imagino que sería complicado que los amigos con los que suelo celebrar me comprendiesen si aparezco con una calabaza de Halloween en pleno Litha, o si les sugiero hacer un palo de mayo bajo una ventisca en la noche de Yule.

A todos nos gustan las fechas que se aproximan, pero seamos coherentes con nuestras ideologías, y más aún si defendemos que nuestras creencias se basan en el culto a los ciclos de la naturaleza: adelantándonos de forma exagerada no hacemos otra que desacreditarnos. Desde principios de diciembre, hasta el final de las fiestas en enero, tenemos casi un mes y medio para engalanar nuestros hogares. Si extendemos esto mucho más, toda la decoración deja de tener la importancia y exclusividad que tiene, pasando a ser un elemento más de la estación como es la estufa en inverno o el ventilador en verano.

Nuhmen Delos.


Habiendo planteado esta reflexión, me gustaría aclarar que esto es sólo una opinión personal, que adoro la Navidad y que llevo una semana entera con la canción de la Parade de Nöel de Disneyland Paris en bucle en mi cabeza durante una semana... pero los adornos en mi casa siguen aún guardados. Os invito a verla mientras esperamos a diciembre, que trae consigo el pistoletazo de salida para dar rienda suelta a la Navidad.


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