¡Esta divinidad es mía y no tuya!

Creo que en ocasiones olvidamos lo afortunados que somos como comunidad pagana. Celebramos el paso de las estaciones en plena naturaleza sin que nadie nos condene por ello, hablamos abiertamente de nuestro culto a divinidades que las grandes religiones no comparten, nos reunimos con nuestros hermanos y hermanas del camino sin necesidad de ocultarnos. Son cosas que hoy nos parecen de lo más normal, pero que no hace demasiados años hubieran implicado graves acusaciones y, un poco más atrás en el tiempo, quizá nos hubieran costado la vida.

Sin embargo, todavía nos queda mucho por hacer. Y no me refiero a normalizar nuestros cultos, romper estereotipos o permitir que la sociedad nos haga un hueco sin catalogarnos como gentes de ideas extrañas. Hoy me preocupan algunas de las dificultades que nosotros mismos estamos creando para crecer como comunidad. 

Con el crecimiento de la comunidad pagana están apareciendo una gran cantidad de talleres, cursos, formaciones y encuentros de lo más variado. Algunos serán maravillosos y cambiarán la vida de algunas personas, mientras que otros simplemente despertarán la curiosidad entre los asistentes, y también habrá algunos cuya calidad resulte decepcionante. Pero no es esto lo que me preocupa. La diversidad siempre ha existido en el ser humano y ya desde la noche de los tiempos hemos encontrado muchas opciones a nuestra disposición.


Lo que verdaderamente me preocupa es la reciente tendencia de algunas personas a adueñarse de alguna divinidad. De pronto, nos encontramos con alguien que afirma ser sacerdote o sacerdotisa de X divinidad y que ofrece servicios relacionados con ella: sacerdocio, sanación, mensajes canalizados, peticiones... hasta ahí todo bien. El problema llega cuando aparece otra persona que también trabaja con esa divinidad, y ahí surge una lucha por la exclusividad en la que el sentido común brilla por su ausencia. Una de las personas pierde los papeles porque ve peligrar sus dominios y empieza una guerra virtual de comunicados en facebook, mensajes por instagram, publicaciones clamando la autenticidad del trabajo realizado, movilización de personas para segregarlas en bandos enfrentados y un sinfín de acciones que conducen a una espiral decadente en la que lo único que sale perjudicado es nuestra evolución como comunidad.

Si yo fuera el dios o la diosa por la cual se están peleando, me echaría las manos a la cabeza. Después de cientos de años de creencias desterradas por la sociedad y cultos en secreto, ahora que por fin comienzan a reactivarse y moverse mis energías, la gente se pelea por adueñarse de ellas en lugar de trabajar en expandirlas y elevarlas. Se superan años de caza de brujas, de condenas y castigos por no creer en las divinidades que otras personas han impuesto a la sociedad, se profundiza en los cultos que quienes nos precedieron llevaron a cabo y, en lugar de enriquecernos de ello, tiramos piedras a nuestro propio tejado. Total, lo mismo que hacemos en muchos otros aspectos de nuestra vida.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que si surgen numerosas actividades en torno a un tema concreto, como puede ser el culto a una divinidad, hay dos opciones. Si eres devoto o simpatizante de la misma, aprovecha la oportunidad de crecer con estas actividades, de empaparte de la visión de las distintas personas que las están llevando a cabo y disfruta de la suerte de tener tantas actividades con las que poder experimentar. Si eres la persona que está organizando estas actividades, aprovecha la oportunidad de expandir y dar conocer a la divinidad en cuestión, haz algo original y creativo, plasmando todas tus energías en ello para que los demás puedan continuar el trabajo que tú has comenzando. 

Al fin y al cabo, tenemos la suerte de ser cada vez más personas en esta comunidad. Entre todos podemos crecer como comunidad y recuperar todo lo que nos fue arrebatado. La clave está en unirnos, no en separarnos.

Nuhmen Delos ~

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