La magia está en todas partes

Hace un par de días, los miembros del Proto-Templo de Anubis nos juntamos con nuestros amigos del Templo de Brigit para celebrar Lughnasadh. Llevábamos bastante tiempo sin vernos, así que aguardábamos el reencuentro con bastante ilusión. Habíamos preparado un ritual compuesto por varias actividades, yo llevaba todos los materiales necesarios para montar un estupendo altar, habíamos elegido una indumentaria común para el rito y todo estaba perfectamente planeado para que saliera perfecto, salvo por un pequeño detalle: que no lo hicimos.

No me refiero a que no hiciésemos nada, sino que el Universo nos llevó por otros derroteros. Pasamos una mañana fantástica hablando de mil y una cosas, riéndonos a carcajadas con anécdotas e historias personales y disfrutando de una suculenta comida en buena compañía. Después de comer, surgió la idea de realizar un Oráculo, el cual culminó con éxito al recibir unas palabras de ánimo y aliento para los meses de invierno en mitad de una celebración alegre como es Lugnasadh. A esto le siguió después un ratito de descanso y relax que terminó en la realización de una rueda de energía y agradecimientos diseñada por uno de nuestros chicos. Fue bonito sentir cómo la energía se entrelazaba en torno a nuestras manos y luego escuchar palabras de agradecimiento de unos a los otros que contaban las enseñanzas y conocimientos habíamos aprendido de los demás a lo largo de todo este tiempo. Además de un ejercicio de sanación, fue una bonita lección que nos hizo recordar que toda persona que pertenezca a un grupo tiene algo que aportar a los demás y que da igual el tiempo que uno lleve en este camino espiritual, pues todos desempeñamos un papel clave en él.

Tras esta intensa vivencia, decidimos merendar en animada conversación, incluyendo desvaríos, vivencias y ocurrencias que a más de uno nos saltaron las lágrimas de tanto reír. Cuando pudimos calmarnos, procedimos a otra de las actividades que teníamos planeadas: la elaboración de muñequitos con hojas de maíz. Mientras trenzábamos los hilos y nos ayudábamos los unos a los otros en la elaboración, más de uno pudo sentir el cúmulo de energía que se había ido levantando a lo largo del día y que suavemente estaba fluyendo entre todos nosotros de una manera muy especial. Terminamos con una meditación de Lugnasadh adaptada a los tiempos de hoy en día y nos despedimos, de nuevo a carcajadas, ante las ocurrencias de bautizar a los muñecos con un nombre y ponerles voces y gestos.

Hablando por la noche con uno de mis estudiantes, le comenté que aunque no había sido un día aparentemente demasiado mágico, habíamos hecho muchas cosas, a lo que me respondió: A mí sí me lo ha parecido. ¿Por qué ha sido menos mágico? ¿Por no trazar el círculo y poco más? Hemos reído, hemos hecho oráculos, magia con muñecos... ha sido un día genial. Honestamente, sus palabras me dieron mucho que pensar y a él le debo esta reflexión. Estamos acostumbrados a pensar que es necesario hacer grandes rituales con maravillosos altares en los que los actos de poder rezumen magia por los cuatro costados y parece que otras formas de celebrar sean menos válidas. Efectivamente, aquel día nos reunimos, meditamos, movimos una gran cantidad de energía, trabajamos con deidades, festejamos el momento del año en el que estamos e incluso hicimos pequeños hechizos personales. Todo esto tuvo lugar en un ambiente relajado e informal a lo largo de todo el día, en lugar de suceder dentro de un círculo mágico ataviados con indumentarias típicas de los rituales. ¿Hicimos lo mismo que teníamos en mente? Sí, pero de otra forma. No hace falta ponerse serios y místicos para celebrar. La risa es un desencadenante de la energía y en un ambiente en el que todos los participantes se sientan cómodos, las cosas salen mucho mejor. Al fin y al cabo, la magia está en todas partes.


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